¿Volvemos a las raíces?

 

El tratamiento de las enfermedades, y por tanto de las infecciones, ha estado ligada al concepto religioso o ecológico que se tuviera de la naturaleza. En los primeros tiempos la influencia de la divinidad era absoluta y todo lo que supusiera una desgracia se identificaba con el castigo divino. También la conservación de la naturaleza estaba en manos de los dioses y de ella debía emanar la desgracia y la curación. Se acepta sin mas que el chamán ordene ¡come estas raíces! y cuando se considera un remedio pagano se asocia con la oración.

 

Desde la cultura griega va instalándose la cultura de que el hombre puede mejorar su entorno natural incluyendo su salud; los rezos en muchas culturas se interpretan como parte de las supersticiones y se buscan “pócimas” que curen las enfermedades.
En torno al siglo XVIII, se analizan y diagnostican los defectos de la naturaleza y se inicia la revolución industrial acompañada de la tecnología; se desprecian las pócimas medievales y arranca la farmacología. Se tratan las infecciones específicamente aunque no se conozca la etiología. La peste, el carbunco, el cólera etc. tienen sus “remedios” específicos y sobre todo el paludismo con la corteza de quina. En el siglo XX el hombre se siente capaz de preservar y corregir las alteraciones de la naturaleza, es el siglo de los ecologistas. ¿Cómo no atreverse con lo que se considera alteración, es decir con las infecciones? El desarrollo de las vacunas y los antibióticos suceden a los insuficientes remedios del siglo XVIII.

 

Y llegamos al siglo XXI. Detectamos una desaforada búsqueda de las tradiciones. Las tiendas naturistas en Occidente facturan anualmente, ¡no se sabe cuanto!, pero son cifras astronómicas que siguen creciendo. Las infecciones urinarias, las respiratorias, las dermatológicas etc., tienen remedios en estas tiendas. Las autoridades sanitarias empiezan a tomar medidas de control por las frecuentes interacciones con medicamentos, efectos secundarios, intrusismo profesional etc. Además estos productos son mucho más baratos que los antimicrobianos de la Farmacia.

 

¿Quiere esto decir que estamos volviendo a las raíces?.
La industria farmacéutica sigue buscando principios antiinfecciosos en la naturaleza (microorganismos, hongos, animales, plantas) pero además tenemos algún ejemplo casi calcado de lo que fue la corteza de quina (economía, monopolio, desabastecimientos, política, picaresca etc.).
Uno de ellos es el antigripal Oseltamivir. Lo obtiene la firma Roche de una planta, el “anís estrella”, planta oriental de difícil cultivo (solo se obtiene de la flor que se mantiene un par de meses por año) con problemas de patente, de fabricación, presión internacional, precios y desabastecimiento cuando aparece la amenaza de pandemia de la gripe aviar y se agudiza con la amenaza primero y aparición después de la pandemia de la gripe A el año 2009.

 

 

El otro ejemplo tiene curiosas coincidencias con el anterior y con la corteza de quina. Se trata de un producto fascinante, la artemisina. El antiguo remedio chino contra el paludismo era el “qinghaosu”, equivalente de la quina de Occidente. El producto chino se extrae de una planta silvestre que crece en el sureste de China y Vietnam, la Artemisina annua.
Desde que los plasmodios de la malaria se empezaran a hacer resistentes, algunos laboratorios farmacéuticos pusieron sus ojos en este remedio chino. Lógicamente no podían patentar la planta, pero si lo podían hacer con los derivados obtenidos con procedimientos propios. Uno de los derivados, un artesunato, ha sido registrado con el nombre de Coartan®. Este producto se caracteriza por tener muy pocos efectos secundarios, el tratamiento es fácil de aplicar, incluso domiciliariamente, es corto, suficiente en 3 días y es muy barato. Mas todavía desde 2001 en que la OMS y Novartis firman un acuerdo para reducir su precio por lo que se aproxima a la gratuidad para los enfermos de algunos países.
Con los resultados obtenidos, en algunas series ha reducido la mortalidad en un 95%, se ha convertido en el soporte ideal en niños con malaria cerebral hasta que llegan al hospital y el único problema, el de las resistencias, se puede evitar asociándole a otros antipalúdicos como mefloquina que a su vez mejora en su eficacia por un posible sinergismo. ¿Decía el único problema? Me equivoqué porque la historia se repite. También en este caso, los suministradores chinos no garantizan que puedan cubrir toda la demanda. De hecho ya hay desabastecimiento de artemisina. Y es un asunto en el que corre prisa resolver, porque ¿y si se demuestra la eficacia del tratamiento tradicional de la diabetes en Oriente medio con esta planta? Se está investigando con ella en Occidente actualmente. Si se extienden estos planteamientos estaríamos ¡volviendo a las raíces

 

J. Prieto Prieto.