Personajes olvidados del comienzo de la quimioterapia
En el ámbito científico todo el mundo conoce, como personajes mas representativos del campo de la quimioterapia, los nombres de Ehrlich, Fleming, Domagk, Florey, Waksman y pocos mas.
Sin embargo, como en todos los campos científicos, son miles las personas que en el ámbito técnico, administrativo, industrial y científico han sido imprescindibles para llegar donde estamos. Pero sería injusto considerar que los personajes citados no han merecido los honores que se les han hecho; lo que ocurre es que solo unos pocos nombres y hechos bastan para delimitar históricamente un campo. Este artículo puede servir de pequeño recuerdo de algunos otros para dar idea de la dimensión e importancia de los antibióticos.
Se suele citar a Burton-Sanderson como el primero en advertir en 1870 las propiedades antibióticas del Penicilium al observar que en una solución contaminada con un moho no permitía el desarrollo de bacterias. No debía ser una casualidad que sesenta años mas tarde Fleming en el mismo hospital, donde Burton ejerció de profesor, hiciera el mismo hallazgo; la diferencia estriba en el sentido de la oportunidad de Fleming y las posibles aplicaciones que sugirió.
Berthein fue el competente y fiel colaborador de Ehrlich. Como químico fue capaz de dar soporte, preparar, comprobar y registrar los cientos de compuestos que se probaron en el equipo del padre de la Quimioterapia y fue el mejor preparado del equipo. Pero no tenia carisma ni capacidad de liderazgo quedando siempre a la sombra del enérgico jefe que fue Ehrlich.
Un químico alemán Hoerlein con un futuro prometedor fue fichado por la Bayer y en 1930, cuando tuvo poder para ello cambió a Dogmagk de la unidad del cáncer a la de los colorantes y puso en marcha una magnífica idea. Encargó al equipo que había formado, los químicos Klarer y Mietzsch y el médico Domagk, la búsqueda de alguna droga que matara los temibles estreptococos. Dos años más tarde Domagk fue el encargado de entregar a Hoerlein el informe del encargo con el conocido resultado del prontosil. Curiosamente la gestión del descubrimiento se hizo con criterios de secreto industrial quedando al margen Domagk. Paradójicamente fue el único del equipo que obtuvo el reconocimiento del descubrimiento.
Pocas personas puede haber mas competentes científica y profesionalmente que el bioquímico H. Raistrick. Tomó el relevo de Fleming y cuando estaba a punto de obtener la estabilidad y purificación de la penicilina el micólogo del equipo murió en un accidente, el bacteriólogo encontró otro puesto de trabajo, Fleming perdió interés por la penicilina y Reistrick “tiró la toalla”, abandonó y el equipo se disolvió. Sin embargo se enroló en diferentes proyectos participando en el descubrimiento del ácido penicilánico 1935 (Penicillium cylopium), la fumigatina 1938 (A. fumigatus), de la citrina 1941 (P. citrinum), la patulina 1943 (P. palutum). A pesar de “jugar” en tantos partidos no tuvo la suerte de que ninguno se consolidara en terapéutica.
Prácticamente todos los investigadores del entorno de Waksman se personalizan en su nombre. Pero es lógico que su vasta obra no la pudiera desarrollar solo. Precisamente su protagonismo provocó algunos conflictos muy conocidos a costa de pasar al casi anonimato científicos de la talla de Woodruff, Schatz, Bugie etc. a pesar de su participación en el descubrimeito de la actinomicina (1941), estreptotricina (1941), clavacina (1943), fumigacina (1943), y sobre todo la estreptomicina en 1944.
Un comentario aparte merece el caso de Schatz. Con la estreptomicina y el Premio Nobel, la sociedad quedó deslumbrada con el nombre de Waksman dejando a Schatz, primer firmante del trabajo, en la oscuridad que no en el silencio. Su fogosidad le llevó a reclamar insistentemente, en todos los foros que podía, su parte de gloria, abandonó el equipo y tuvo una vida profesional al menos curiosa. Participó en el descubrimiento de la nistatina y trabajo en varias universidades y plantas de producción de antibióticos de América latina.
Su insistencia en reclamar su crédito, empujó finalmente a Waksman a justificar la dificultad de reconocer quién tuvo el mérito del descubrimiento de la estreptomicina. Se pregunta en su libro “The congnest of the tuberculosis”:
¿Es el mérito del granjero que lleva al veterinario el pollo enfermo? ¿o es del veterinario o del patólogo que recibe la muestra? ¿o es del autor (Waksman) que confía su estudio a su mejor becario? ¿o es del equipo completo? Concluye que: “cinco meses después en 1944 Schatz, Bugie y yo mismo anunciamos el descubrimiento en un artículo”.
Quizás el personaje de mas méritos entre los citados como “olvidado” sea René Dubos descubridor de la tirotricina, integramente, modélico para estudios posteriores. Sin embargo suele pasar casi desapercibido en la historia de la quimioterapia. Y eso que, cuando decenas de antibióticos se han ido retirando del mercado, la tirotricina se sigue utilizando.
El éxito del grupo de Oxford con la obtención del Premio Nobel por Florey y Chain compartido con Fleming quedó ensombrecido por no poderle reconocer los méritos al resto del equipo por que ¡No podía haber Nobel para todos! Todos habían demostrado y tendrían una trayectoria científica posterior del mas alto nivel. Pero creo que aun así merecen destacarse tres nombres sobre todo Abraham y Heatley que con sus extraordinarios conocimientos en química y concretamente en enziomología pusieron a punto el sistema de producción, extracción y purificación de la penicilina en cuyos trabajos había fracasado Fleming y Reistrick entre otros. Abraham descubrió la primera penicilinasa y ambos participarían a posteriori en mejoras de la penicilina, desarrollo de las cefalosporinas y otros antibióticos. El tercer personaje al que me quería referir de este grupo fue el Dr. Fletcher, el imprescindible médico a decir de Florey, sin cuya colaboración y rigor científico no se hubiera hecho el ensayo clínico por cuya publicación recibieran Florey y Chain el Premio Nobel. Siempre se tuvo la impresión que al menos uno de los tres citados debió ocupar el puesto de Fleming entre los galardonados con el Nobel.
Como señalaba al principio, también aquí se puede dar la impresión de ser injusto con no citar a todos. Insisto en el objetivo de mostrar que la lista de gente importante sería interminable.
J. Prieto Prieto.