J.M. Ramos y M. Segovia
Servicio de Microbiología, Hospital General Universitario, Murcia.
INTRODUCCIÓN La leishmaniasis comprende un conjunto de síndromes clínicos
causados por protozoos del género Leishmania. La infección puede localizarse en la piel y/o el tejido subcutáneo con o sin adenopatías
regionales (leishmaniasis cutánea), en la mucosa oronasal (leishmaniasis
mucocutánea) o afectar de forma generalizada al sistema mononuclear fagocítico
(leishmaniasis visceral) (1). Cada año se diagnostican unos 400.000
nuevos casos de leishmaniasis humana en Asia, África, países de la
cuenca mediterránea, Oriente próximo y América (2, 3). Cada
especie de Leishmania tiene una distribución geográfica específica
y causa unos síndromes clínicos característicos (1, 4). Ciertas formas de leishmaniasis cutánea no necesitan tratamiento al
ser autolimitadas; sin embargo, la leishmaniasis visceral (sintomática o
no) y la mucocutánea sí lo precisan (5). Los fármacos de
elección clásicamente han sido los antimoniales pentavalentes y la
pentamidina (5, 6). La aparición de resistencia y/o mala respuesta de
Leishmania sp. a estos compuestos y la necesidad de un tratamiento con menos
efectos adversos han animado a trabajar sobre nuevos fármacos
antileishmania (5, 6). Por otro lado, la mayor frecuencia de leishmaniasis
visceral en pacientes infectados por el virus de la inmunodeficiencia humana
(VIH) (7, 8), generalmente con pobre respuesta al tratamiento convencional (9) y
frecuentes recidivas, ha estimulado el uso de alternativas al tratamiento
convencional (10, 11). El objetivo de este trabajo es revisar las características farmacocinéticas,
los mecanismos de acción, los efectos adversos y las indicaciones de los
fármacos empleados en el tratamiento de las leishmaniasis. ANTIMONIALES PENTAVALENTES En 1912 se trató en Brasil el primer caso de leishmaniasis cutánea
con un antiemético antimonial trivalente. A partir de 1920 se dispuso de
antimoniales pentavalentes y desde 1945 del estibogluconato sódico (12).
Los dos antimoniales pentavalentes con que contamos en la actualidad son el
estibogluconato sódico o gluconato de antimonio sódico, que se
emplea sobre todo en los países de habla inglesa, y el antimoniato de
meglumina en los países de habla hispana y francesa (1, 5, 6). Ambos fármacos
sólo están disponibles por vía parenteral. La estructura química de los antimoniales pentavalentes no se conoce
con todo detalle; por ejemplo, el estibogluconato sódico clásicamente
se dibuja con dos moléculas de gluconato, dos de estibogluconato y tres átomos
de sodio, si bien, para su osmolaridad, el número de complejos gluconato
y estibogluconato debería ser superior (6). Los antimoniales inhiben la
glucólisis y la oxidación de los ácidos grasos, e inducen
la disminución de la biosíntesis energética del amastigote
(5, 6), aunque el mecanismo antiparasitario no se conoce en profundidad (6). Las
condiciones farmacocinéticas y de utilización del estibogluconato
por parte de los amastigotes a partir del estibogluconato sódico y
antimoniato de meglumina son similares (6). Después de la administración
de 10 mg de estibogluconato/kg intramuscular, ambos fármacos alcanzan una
concentración sanguínea de 10 µg de estibogluconato/ml y
presentan una fase de excreción rápida (vida media de 2 horas) y
otra lenta (vida media de 76 horas) (13). Los efectos adversos de los antimoniales, como dolor abdominal, náuseas,
vómitos, malestar general, cefalea, debilidad, mialgias, artralgias,
fiebre o exantema, no son despreciables (14). Con dosis acumuladas elevadas se
observan frecuentemente alteraciones electrocardiográficas: aplanamiento
o inversión de la onda T, prolongación del segmento QT o elevación
del ST (15, 16). Un segmento QT corregido superior a 0,5 segundos o un ST
elevado obligan a interrumpir el tratamiento (15), con lo que desaparecen estos
cambios electrocardiográficos (14-16). También durante el
tratamiento puede aparecer elevación de las enzimas hepatocelulares y
pancreáticas, con o sin pancreatitis (14, 17); por consiguiente, la
miocarditis, la hepatitis y la pancreatitis contraindican de forma relativa el
uso de antimoniales (18). En la leishmaniasis visceral, la Organización Mundial de la Salud
(OMS) (19) recomendaba emplear 20 mg de estibogluconato/kg/día, con una
dosis máxima de 850 mg durante 20 días o hasta 2 semanas después
de la eliminación del parásito. En la actualidad no se aconseja
limitar la dosis máxima, ya que la respuesta es superior a mayores dosis
y duración del tratamiento (6, 20), si bien los efectos adversos también
son discretamente superiores. La respuesta al tratamiento varía según la especie de
Leishmania (por ejemplo, L. aethiopica generalmente es resistente a los
antimoniales), el estado inmunitario del paciente, la forma clínica y la
evolución de la enfermedad (4, 21). En el tratamiento de la leishmaniasis
cutánea se deben emplear 20 mg de estibogluconato/día durante 20 días
(20). En caso de pobre respuesta puede prolongarse el tratamiento (6, 20). En
las lesiones poco extensas ciertos autores proponen la administración de
antimoniales intralesionales (22, 23). En la leishmaniasis mucocutánea y
en la visceral se recomienda la misma dosis que en la cutánea durante 28
días (20). Los pacientes que no responden a un primer ciclo de
tratamiento pueden recibir un segundo. Para Thakur y cols. (24), el tratamiento
de la leishmaniasis visceral con antimoniales en India debería
prolongarse durante 40 días. En la leishmaniasis cutánea tras
kala-azar el tratamiento con antimoniales debe mantenerse durante 4 meses (6).
Aunque no hay ensayos clínicos amplios que comparen la eficacia clínica
del estibogluconato sódico con la del antimoniato de meglumina, algunos
expertos opinan que este último es más eficaz y tiene más
efectos adversos que el estibogluconato sódico (25). El fracaso del tratamiento de las leishmaniasis visceral y mucocutánea
y algunas formas de leishmaniasis cutánea es un problema en algunas áreas
endémicas como India, Kenia o Brasil (20, 24). Puede deberse a reinfección,
anomalías inmunológicas o fisiológicas del huésped o
a la resistencia del parásito a los antimoniales (25). El fracaso clínico
y/o microbiológico en los pacientes VIH positivos con leishmaniasis
visceral tratados con antimoniales oscila entre el 25% y el 60% (9, 26, 27), y
los que responden pueden recidivar (9, 28). Esta peor respuesta al tratamiento
de los pacientes VIH positivos puede deberse a una menor producción de
linfocinas, como interferón-g e interleucina-1, y/o menor capacidad
microbicida de los monocitos que permite una mayor viabilidad de los amastigotes
en el macrófago (26, 29). En algún caso el tratamiento falla como
consecuencia de la resistencia de L. donovani a los antimoniales (30). Respecto al comportamiento de Leishmania sp. frente a los antimoniales (25,
31, 32) se sabe que: 1) El parásito adquiere resistencia tanto in vitro como in vivo ante
la presencia del fármaco. 2) In vitro la resistencia es estable. 3) In vitro la virulencia del parásito no varía bajo la presión
de los antimoniales. 4) No hay diferencias de sensibilidad entre diferentes clones obtenidos a
partir de un aislamiento clínico de un paciente sin tratamiento. 5) In vitro la sensibilidad de los aislamientos de Leishmania muestra una
correlación del 89% y el 86% con la evolución clínica tras
el tratamiento con estibogluconato sódico y antimoniato de meglumina,
respectivamente. 6) El tratamiento incompleto con estibogluconato sódico puede hacer
surgir cepas de Leishmania sp. resistentes. 7) Existen cepas parcialmente resistentes en la naturaleza, y algunas
especies son inherentemente menos sensibles a estos fármacos que otras. 8) El acúmulo de estibogluconato sódico en los parásitos
sensibles es 2 a 5 veces mayor que en los resistentes. Con el paso de los años, la resistencia a los antimoniales
probablemente será más frecuente; en nuestro medio, como
consecuencia del uso extensivo e inadecuado de los antimoniales en animales domésticos
(reservorio en la cuenca mediterránea), y en India por el mal uso de
estos fármacos en el hombre, único reservorio conocido en esta área
geográfica (25). PENTAMIDINA La pentamidina es una diamidina con acción frente a ciertas especies
de Leishmania, Pneumocystis carinii y Trypanosoma brucei gambiense (14, 33).
Aunque el mecanismo de acción no está bien definido, parece que
actúa inhibiendo la síntesis de poliamina y del DNA del
cinetoplasto en el protozoo (4, 34). La pentamidina se une a los tejidos y se
excreta de forma prolongada en el tiempo, lo que permite su administración
en días alternos (35). Este fármaco está disponible sólo
por vía parenteral y con frecuencia produce efectos adversos
(aproximadamente un 50% de los casos) (14, 18), como taquicardia, hipotensión,
náuseas, vómitos, mareos, exantema, enrojecimiento facial y sabor
metálico (6, 14). En el 6% a 9% de los pacientes produce hipoglucemia
como resultado de la destrucción de las células del páncreas,
y excepcionalmente hiperglucemia y diabetes mellitus (35, 36). Para prevenir la
hipoglucemia, la pentamidina de uso intravenoso debe diluirse en suero glucosado
e infundirse lentamente (14). El deterioro de la función renal aparece
hasta en un 25% de los pacientes tratados (35, 36). Otros efectos adversos, como
leucocitopenia, trombocitopenia, elevación de aminotransferasas, fiebre,
hipocalcemia, confusión, alucinaciones y arritmias ventriculares, son
menos frecuentes (14, 36). La administración intramuscular con frecuencia
produce dolor, inflamación y abscesos estériles (37). En la leishmaniasis visceral, con la administración de 4 mg/kg/48
horas de pentamidina durante 15-20 días se consigue una tasa de
curaciones en torno al 80% (36, 38); a bajas dosis y durante menos días
(2 mg/kg/48 horas durante 14 días) se ha empleado con éxito (tasa
de curación 95%) en el tratamiento de la leishmaniasis cutánea
(39) y de la mucocutánea en Sudamérica (40). Según estos
resultados, la pentamidina continúa siendo una valiosa alternativa en las
distintas formas clínicas de leishmaniasis. PIRAZOLOPIRIMIDINAS El alopurinol, principal pirazolopirimidina, inhibe in vitro e in vivo a
Leishmania sp. y Trypanosoma cruzi (41). El metabolismo de las purinas en el
cinetoplasto de estos protozoos difiere sustancialmente del humano (42). El
alopurinol se transforma en nucleósidos tóxicos que bloquean la síntesis
proteica y rompe el RNA en estos protozoos (43). Este fármaco es bien tolerado, aunque en ocasiones puede desencadenar
eosinofilia, erupción cutánea tenue (44) o reacciones de
hipersensibilidad como síndrome de Stevens-Johnson, necrólisis
epidérmica tóxica o hepatotoxicidad (42). La principal limitación
del alopurinol en el hombre es su rápido metabolismo por la enzima
xantino-oxidasa (6), por lo que se necesitan grandes concentraciones de
alopurinol para interferir el crecimiento de Leishmania sp. (43). En la
actualidad se trabaja en otros derivados de las pirazolopirimidinas con lenta
metabolización, como el ribonucleósido de alopurinol (18). In vitro, el alopurinol y los antimoniales presentan actividad sinérgica
frente a Leishmania sp. (45). En la leishmaniasis visceral, la asociación
de alopurinol (20 mg/kg/día) y estibogluconato sódico se ha
mostrado eficaz en pacientes que no respondían a ellos por separado (46,
47). En pacientes con SIDA, la administración de antimoniato de meglumina
con alopurinol (20 mg/kg/día en tres dosis) permitió la curación
clínica y microbiológica en 4 de los 5 pacientes tratados durante
4 semanas y en 1 de los 6 que recibieron tratamiento durante 3 semanas (10).
Otros autores han obtenido buenos resultados con esta asociación en
pacientes VIH positivos (48), pero la combinación no previene las
recidivas en estos enfermos (28). Recientemente, Martínez y Marr (44) han observado, en el tratamiento
de la leishmaniasis cutánea por L. panamensis, una mayor eficacia del
alopurinol solo (20 mg/kg/día durante 15 días; curación
80%) o asociado a antimoniato de meglumina (74%) en comparación con solo
antimoniato de meglumina (36%). Herwaldt y cols. cuestionan estos resultados
(49). Se ha comunicado un caso de leishmaniasis cutánea por L. tropica
tratado con éxito con una dosis baja de alopurinol (300 mg/día)
(50). Y en un estudio realizado en Irak (51), el tratamiento con alopurinol (20
mg/kg/día durante 30 días) y antimoniato de meglumina (70 mg/kg/día
durante 15 días) fue eficaz en 24 de 25 pacientes (96%) con leishmaniasis
cutánea recidivante. AMFOTERICINA B La amfotericina B es un potente antifúngico eficaz en la
leishmaniasis (52). Su mecanismo de acción antileishmania se desconoce,
pero probablemente interfiere en la integridad de la membrana del protozoo (53).
En los hongos, la amfotericina B se une al ergosterol de la membrana formando
unos poros por donde se pierden electrólitos y pequeñas moléculas,
provocando la muerte del microorganismo (14, 53). El modo de acción
antileishmania puede ser similar. La administración de desoxicolato de amfotericina B (la presentación
convencional) con frecuencia comporta deterioro de la función renal,
hipopotasemia, acidosis tubular renal, anemia, náuseas, vómitos y
una reacción durante la perfusión consistente en fiebre, escalofríos
y taquicardia (54-56). Estos últimos síntomas pueden prevenirse o
aminorarse si se administra previamente hidrocortisona, paracetamol y/o
antihistamínicos (36). La amfotericina B se había usado raramente en la leishmaniasis, si
bien actualmente se emplea como alternativa a la pentamidina (36) o a los
antimoniales en el tratamiento de la leishmaniasis visceral (57). La
administración de 1 mg/kg de amfotericina B al día o en días
alternos hasta alcanzar la dosis total de 20 mg/kg ha permitido la curación
de todos los casos de leishmaniasis visceral tratados por Thakur y cols. (58) en
India. Asimismo, Mishra y cols. (57) emplearon 0,5 mg/kg de amfotericina B en días
alternos durante 28 días (dosis máxima de 8 mg/kg) en pacientes
que no habían respondido a antimoniales y lograron una curación
inicial del 100% y definitiva del 98%. En los pacientes con infección por
VIH y leishmaniasis visceral, el tratamiento con 0,7 mg/kg/día durante 28
días ha mostrado una tasa de respuesta al tratamiento similar a la
obtenida con antimoniales (59). El inconveniente de la amfotericina B es su coste, casi el doble que el de
los antimoniales (36, 57), y sus efectos adversos (53-56), aunque para reducir
su toxicidad se ha empleado, con buena tolerancia, diluida en emulsión
lipídica parenteral (Intralipid® al 10%). Thakur (60) administró
amfotericina B en Intralipid® 10% y en suero glucosado al 5% a 22 pacientes
con leishmaniasis visceral, y observó que la amfotericina B en Intralipid®
10% presentaba la misma eficacia clínica y menor toxicidad, pero con
costes superiores a la amfotericina B en suero glucosado al 5%. Hay tres formulaciones de amfotericina B en componentes lipídicos que
pretenden mejorar el índice terapéutico de la presentación
convencional: amfotericina B con dispersor coloidal, en complejo lipídico
y liposomal. Esta última es la más utilizada en general y en la
leishmaniasis en particular. En la presentación liposomal, los liposomas unilamelares están
formados por lecitina de soja hidrogenada, colesterol, diestearoilfosfatidil
glicerol y amfotericina B en una proporción molar 2:1:0,8:0,4 y tienen un
tamaño inferior a 100 nm (61). Esta formulación, por su tamaño
y naturaleza lipídica (62), permite una mejor penetración de la
molécula activa dentro del macrófago (donde residen los
amastigotes) (63, 64). En modelos animales, el 20% a 40% de la dosis
administrada de amfotericina B liposomal penetra en el hígado y el bazo y
permanece en éstos durante unas dos semanas (65), lo que permite
administrarla en dosis intermitentes. La amfotericina B liposomal se ha mostrado activa en experimentación
animal (65) y en casos aislados de leishmaniasis visceral que no respondían
a los antimoniales (11, 65). En la actualidad se dispone de varios estudios
sobre el tratamiento con amfotericina B liposomal a distintas dosis y pautas en
la leishmaniasis visceral, tanto en pacientes inmunocompetentes como
inmunodeprimidos (con o sin infección por VIH), con buenos resultados
(66-68). La dosis ideal probablemente dependa de la cantidad de parásito
que infecta el sistema reticuloendotelial (66, 67). Para Davidson y cols. (68),
la dosis total de amfotericina B liposomal aconsejable sería de 20 mg/kg
en 5 o más dosis de 3-4 mg/kg repartidas en 10 o más días
(días 1, 2, 3, 4, 5 y 10). En los pacientes VIH positivos con
leishmaniasis visceral, la administración de amfotericina B liposomal a
dosis de 1,38 a 1,85 mg/kg/día durante 21 días (62) o 4 mg/kg/día
en los días 1, 2, 3, 4, 5, 10, 17, 24, 31 y 38 (66) curó la
infección en todos los casos, pero con una tasa de recidivas del 73% (8
de 11) y 60% (6 de 10 pacientes), respectivamente. Para prevenir las frecuentes
recidivas, Lazanas y cols. recomiendan la profilaxis secundaria con 100 mg de
amfotericina B liposomal dos veces al mes (69). En general, el tratamiento con
la presentación liposomal de amfotericina B es bien tolerado; los
pacientes pueden presentar mínimos síntomas, como cefalea, dolor
abdominal, náuseas o erupción maculopapular y discreta elevación
del nitrógeno ureico en aquellos con insuficiencia renal previa (68). El principal obstáculo del tratamiento con amfotericina B liposomal
es el coste (66, 68). Para un paciente de 30 kg, el tratamiento cuesta entre
25.000 y 312.000 pesetas según el preparado comercial y el esquema terapéutico
empleado. En nuestro medio hay que sumar el coste de la ocupación
hospitalaria (aproximadamente 29.000 pesetas), que varía entre 5 y 15 días
o incluso más. El problema del coste es realmente importante en los países
subdesarrollados (68). La presentación de amfotericina B encapsulada en una estructura lipídica
formada por partículas con forma de disco de sulfato de colesterol y
amfotericina B (proporción molar 1:1) con un tamaño de 115 x 180;
4 nm (70) es 15 veces más eficaz en la leishmaniasis experimental que la
amfotericina B clásica (71). En dos estudios realizados en sujetos con
leishmaniasis visceral en Brasil se produjo la curación en 19 de los 20
pacientes tratados con 2 mg/kg/día de amfotericina B encapsulada en
estructura lipídica durante 7 y 10 días (dosis total 14 mg/kg y 20
mg/kg, respectivamente) (70, 72) y en 9 de los 10 pacientes tratados con 2 mg/
kg/día durante 5 días (dosis total 10 mg/kg). En los primeros días
los pacientes presentaban frecuentemente fiebre y escalofríos, que
mejoraban con la administración de diclofenaco (69). La amfotericina B complejo lipídico se ha empleado en pacientes
peruanos con leishmaniasis mucocutánea y ha presentado escasos efectos tóxicos,
pero ha resultado menos eficaz que la amfotericina B convencional (73). Faltan
estudios amplios que evalúen la relación entre eficacia y
toxicidad de los diferentes preparados de amfotericina B en las distintas formas
de leishmaniasis. IMIDAZOLES El ketoconazol y el itraconazol son eficaces in vitro frente a Leishmania
sp. (74, 75). Los imidazoles inhiben la desmetilación del lanosterol a
ergosterol de la membrana del parásito interfiriendo su biosíntesis
(74, 76). La dosis eficaz 50 del ketoconazol para los promastigotes oscila entre
1 y 2,5 µg/ml, y 5 a 10 veces más para los amastigotes
intracelulares (77). Se necesitan altas dosis de este fármaco para
alcanzar unas concentraciones aceptables frente a los amastigotes, ya que una
dosis de 600 mg de ketoconazol alcanza un pico de 13,2 µg/ml (78). El
ketoconazol a dosis altas eleva las enzimas hepatocelulares y la testosterona
produce ginecomastia, dolor abdominal, exantema y disminución de la
libido (78, 79). Diversos estudios han evaluado la utilidad del ketoconazol a altas dosis
(600 mg/día) en la leishmaniasis cutánea (76, 78, 79). La eficacia
depende de la especie que provoca la enfermedad; la infección causada por
L. braziliensis y L. panamensis generalmente responde mal al ketoconazol, no así
la infección por L. mexicana (78, 79). Cuatro casos de leishmaniasis cutánea
tras kala-azar tratados con 800 mg/día de ketoconazol respondieron entre
los 6 y 9 meses, pero cursaron con marcados efectos adversos (80). En India,
Wali y cols. (81) trataron a 5 pacientes afectos de leishmania visceral con
ketoconazol (600 mg/día) durante 4 meses, de los que 4 curaron. También
se ha informado de un paciente con leishmaniasis visceral que curó con la
combinación de ketoconazol y alopurinol (82). El itraconazol en dosis de 400 mg/día se ha empleado en el
tratamiento de la leishmaniasis visceral con resultados contradictorios. En
Kuwait se empleó entre 4 y 8 semanas con buenos resultados (83) y en
Colombia (39) durante 4 semanas con malos resultados. Asociado a alopurinol no
es eficaz en el tratamiento de la leishmaniasis visceral en pacientes VIH
positivos, aunque es bien tolerado (84). INTERFERÓN La producción de linfocinas como interleucina 2 e interferón
gamma (IFN-ð) por parte de las células T está disminuida durante
la infección por Leishmania sp. (85, 86). El IFN-ð mejora la capacidad de
los macrófagos de reducir la carga parasitaria (6). In vitro actúa
sinérgicamente con los antimoniales (87), y por ello se emplean
generalmente asociados (88-90). En estudios con limitado número de
pacientes, el tratamiento con IFN-ð (107 U/mg) 100 µg/m2 en días
alternos durante 10 y 30 días unido a antimoniales reduce la eliminación
de parásito en sujetos con leishmaniasis cutánea (88) y visceral
(89, 90), respectivamente. La administración conjunta no mejora la tasa
de curación, pero permite reducir a la mitad la duración del
tratamiento (88). Sundar y Murray (91) trataron a 9 pacientes con leishmaniasis sólo
con IFN-ð (107 U/mg) 100 µg/m2 en días alternos durante 20 días;
en 5 se observó una disminución en el número de parásitos
en el aspirado esplénico. Estos resultados refuerzan la tesis de que en
caso de utilizar IFN-ð se asocien antimoniales. Los inconvenientes del tratamiento con IFN-ð son su elevado coste y sus
efectos adversos: fiebre y síntomas pseudogripales como escalofríos,
fatiga, malestar general y cefalea y leucocitopenia (91, 92). La primera
desventaja es insalvable y los efectos indeseables se alivian con paracetamol y
mejoran durante el tratamiento (91, 92). AMINOCLUCÓSIDOS Varios aminoglucósidos presentan actividad in vitro frente a
Leishmania sp. (93), pero con eficacia clínica sólo la
paromomicina o aminosidina (94). La acción antileishmania de la
paromomicina se debe a la capacidad de alterar el RNA mensajero del protozoo
(94, 95). Este fármaco no se absorbe por vía oral, por lo que debe
administrarse por vía parenteral; se excreta por el riñón
sin metabolizar (96) e induce nefrotoxicidad y ototoxicidad (97), al igual que
otros aminoglucósidos. In vitro, la paromomicina y los antimoniales muestran efecto sinérgico
frente a Leishmania sp. (96). En el tratamiento de la leishmaniasis visceral se
han utilizado diferentes combinaciones y tratamientos con buenos resultados (95,
98, 99). En Kenia se han empleado 15 mg/kg/día de paromomicina con 20
mg/kg/día de antimoniales durante 14 días, obteniendo la curación
del 100% de los tratados (98); en Sudán, con la misma dosis de la
combinación durante 15-17 días, la curación fue del 95%
(99), y en India respondieron clínicamente el 88% de los tratados con 12
mg/kg/día de paromomicina más antimoniales (dosis estándar)
durante 20 días (95). En estos estudios no se describen efectos adversos
significativos, si bien no evaluaron adecuadamente la ototoxicidad, y presentan
la posibilidad de usar la misma combinación para reducir la duración
y toxicidad de los antimoniales. La eficacia de la paromomicina parenteral sola en la leishmaniasis cutánea
es menor que la de los antimoniales (100). La combinación de paromomicina
(14 mg/kg/día) con estibogluconato sódico (100 mg/kg/día)
fue eficaz en un pequeño número de pacientes con leishmaniasis cutánea
difusa causada por L. aethiopica (96). La aplicación de paromomicina al
15% más clorhidrato de metilbencetonio al 5% y 12% durante 10-20 días
en lesiones cutáneas causadas por L. major en Israel (101) y de
paromomicina en urea al 10% durante 15 días en la leishmaniasis cutánea
en Túnez (102) han presentado una tasa de respuestas completas cercana al
75%. En Colombia, la combinación de paromomicina al 5% tópica
durante 10 días (2 veces/día) con antimoniales (20 mg/kg/día)
permitió la curación del 90% de los casos de leishmaniasis cutánea
tratados (103). OTROS TRATAMIENTOS El factor estimulante de colonias de la serie granulocítica y macrofágica
(GM-CSF) moviliza los monocitos en sangre periférica, activa los macrófagos
y reduce la granulocitopenia (104). Estos tres mecanismos intervienen en la
defensa natural de la leishmaniasis visceral (104). En un limitado número
de pacientes con leishmaniasis visceral causadas por L. chagasi se ha
administrado GM-CSF (0,5 µg/kg) o placebo combinado con antimoniales (105).
Los pacientes tratados con GM-CSF más antimoniales presentaron menor número
de infecciones bacterianas y virales secundarias, con igual tasa de curación
que los tratados con placebo. La 8-aminoquinolina oral (WR6026), un derivado de la primaquina, es un fármaco
con actividad frente a L. donovani en experimentación animal. En el
hombre se ha mostrado eficaz en el tratamiento de la leishmaniasis visceral con
mínima toxicidad (molestias gastrointestinales, cefalea y
metahemoglobinemia). La dosis con mejor relación eficacia/toxicidad no se
conoce, si bien parece que debería ser superior a 1 mg/kg/día
durante 4 semanas (106). Las sales de oro parenterales (20 mg/48 horas hasta completar 250 mg) se han
usado en India para el tratamiento de la leishmaniasis visceral refractaria a
antimoniales con buenos resultados (107). Durante años se han empleado numerosos tratamientos sistémicos
con resultados no homogéneos, como el palmoato de cicloguanil, el
mebendazol, el metronidazol, el levamisol, la dapsona, la
trimetoprima-sulfametoxazol, la furazolidona, el nifurtimox, inmunización
con BCG o las combinaciones de isoniazida más rifampicina y monomicina más
metiluracilo (42, 108). En la leishmaniasis cutánea se han utilizado por
vía tópica, además de la paromomicina y los antimoniales,
otros compuestos como el aceturato de diminazeno, el ketoconazol, el miconazol o
la clorpromazina, y por vía intralesional la triamcinolona, la
bleomicina, el IFN-ð, la emetina o la dihidroemetina, con resultados variables
(42, 108), sin olvidar la importancia de medidas no farmacológicas
como la exéresis quirúrgica, el láser o la criocirugía
(42). COMENTARIO FINAL Los antimoniales continúan siendo el tratamiento de elección
en la mayoría de las formas clínicas de leishmaniasis. Con los años
es probable que la resistencia a ellos sea más frecuente, en nuestro
medio por el uso cada vez más extendido de dosis subóptimas en
animales domésticos y en India por el mal uso del fármaco en el
hombre. De aquí se deriva la importancia de conocer las alternativas a
este grupo de fármacos, como la pentamidina, con frecuentes efectos
adversos, y la amfotericina B convencional o liposomal, que muestra una buena
penetración en los macrófagos. Los imidazoles son poco eficaces en
la leishmaniasis visceral y con actividad variable en las leishmaniasis cutánea
y mucocutánea. El alopurinol puede emplearse asociado a los antimoniales
en caso de pobre respuesta a los mismos. El IFN-ð asociado a los antimoniales
reduce el número de días de tratamiento, pero tiene como
importante inconveniente su elevado coste. La duración del tratamiento
con antimoniales también puede reducirse si se asocia paromomicina
parenteral. BIBLIOGRAFÍA
Tabla1.Tratamientos empleados en la leishmaniasis*.
*La dosis y el esquema de prescripción más apropiado
no está consensuado.
-Alopurinol
-Itraconazol
-Amfotericina B
-Ketoconazol
-Antimoniales
-Laserterapia
-Bleomicina
-Levamisol
-Calor local
-Mebendazol
-Cirugía
-Metronidazol
-Clorpromazina
-Miconazol
-Criocirugía
-Minomicina+metirulacilo
-Dapsona
-Nifurtimox
-Diminazeno
-Palmoato de cicloguanil
-Emetina
-Paramomicina
-Furazolidona
-Pentamidina
-Imnunización con BCG -Rifampicina+isoniazida
-Interleucina 2
-Trimetoprima-sulfametoxazol
-Interferón ð