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Rev Esp Quimioter 2020; 33(2): 151-175

Recomendaciones para el diagnóstico y tratamiento de la infección por Clostridioides difficile. Guía de práctica clínica de la Sociedad Española de Quimioterapia, Sociedad Española de Medicina Interna y grupo de trabajo de Infección Postoperatoria de la Sociedad Española de Anestesia y Reanimación   

EMILIO BOUZA, JOSÉ MARÍA AGUADO, LUIS ALCALÁ, BENITO ALMIRANTE, PATRICIA ALONSO-FERNÁNDEZ, MARCIO BORGES, JAVIER COBO, JORDI GUARDIOLA, JUAN PABLO HORCAJADA, EMILIO MASEDA, JOSEP MENSA, NICOLÁS MERCHANTE, PATRICIA MUÑOZ, JOSÉ LUIS PÉREZ SÁENZ, MIQUEL PUJOL, ELENA REIGADAS, MIGUEL SALAVERT, JOSÉ BARBERÁN

http://www.doi.org/10.37201/req/2065.2020

El presente documento recoge la opinión de un foro multidisciplinar de expertos sobre distintos aspectos del diangóstico y tratamiento de la infección por Clostridioides difficile (CDI) en España. Se ha estructurado alrededor de una serie de preguntas que los asistentes consideraron pertinentes y en las que se llegó a una opinión de consenso. Los principales mensajes fueron los siguientes:
CDI debe sospecharse en pacientes mayores de 2 años de edad ante la presencia de diarrea, ileo paralítico y leucocitosis inexplicada, aún en ausencia de los factores de riesgo clásicos. Salvo excepciones, es suficiente con una sola muestra de heces para su diagnóstico que pueden ser enviadas al laboratorio con o sin medio de transporte para bacterias enteropatógenas. En ausencia de diarrea, pueden ser válidos los isopados rectales. El laboratorio de microbiología debe incluir a C. difficile entre los patógenos buscados de rutina en pacientes con diarrea. Las pruebas de laboratorio en diferentes esquemas de orden y secuencia incluyen la detección de GDH, la presencia de toxinas, las pruebas moleculares y el cultivo toxigénico. No se precisa la determinación inmediata de sensibilidad frente a fármacos como vancomicina, metronidazol o fidaxomicina. La evolución de la persistencia de toxina no es un test adecuado para el seguimiento del proceso. Además del soporte básico de toda diarrea, el tratamiento de CDI requiere la supresión de los agentes antiperistálticos, de los inhibidores de la bomba de protones y de los antibióticos, cuando sea posible. Vancomicina oral y fidaxomicina son los antibacterianos de elección en el tratamiento, restringiéndose metronidazol intravenoso para enfermos en los que no se pueda asegurar la presencia en la luz intestinal de los fármacos anteriores. El trasplante de materia fecal es el tratamiento de elección para pacientes con múltiples recurrencias pero persisten incertidumbres sobre su estandarización y seguridad. Bezlotoxumab es un anticuerpo monoclonal frente a la toxina B de C. difficile que debe administrarse a pacientes con alto riesgo de recurrencias. La cirugía es un procedimiento cada vez menos necesario y la prevención mediante vacunas se encuentra en fase de investigación. Los probióticos no han demostrado, hasta el momento, eficacia terapéutica ni preventiva. La estrategia terapéutica debe basarse, más que en el número de episodios, en la gravedad de los mismos y en la potencialidad de recurrir. Algunos datos apuntan a la eficacia de la profilaxis con vancomicina oral en pacientes que recurren cuando vuelven a precisar antibióticos sistémicos.

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